domingo, 30 de julio de 2017

Rechazar y ser rechazado

Vaya lío en el que me meto: escribir sobre un tema en el que caigo recurrentemente y me cuesta resolver. Pero bueno, al transcribir mis experiencias también puedo ayudar. Ahí voy.

Desde muy chico este fue un tema difícil de resolver para mí (aún hoy, pero tengo más elementos para resolver estas situaciones). El rechazo le molesta a cualquiera, solo que hay personas con más talento para que les chupe... quiero decir, para no darle importancia al asunto mucho más rápidamente. Y la verdad que me cuesta bastante esto.

Y unos tres años después, retomo el texto…

Podría decir que parte de lo escrito se sigue aplicando, pero años después uno debería haber adquirido algo de experiencia. ¿No es eso la experiencia? Seguir transitando la vida y aprender. Poco, mucho, algo. Pero aprender.

De todas formas, no quiero hablar solamente de mí. Pasemos al terreno práctico (desde la teoría):

Al ser una especie gregaria (o sea, con tendencia a agruparse) resulta lógico que busquemos encajar. El problema se da cuando no lo logramos. No es una situación nada de fácil. Pero me parece que el tema más importante es cómo lo tomamos.  No está mal analizar el porqué, ya que nos servirá de trabajo interno. Ahora, si nos quedamos estancados lamentándonos o si solo creemos que los demás no nos supieron apreciar (que también puede pasar), no vamos a sacar nada provechoso. Por eso, la auto observación es uno de los mejores caminos.

Una medida interesante puede ser intentar adaptarse a la situación. No me refiero simplemente a “ceder” o a seguir a la masa. Si por ejemplo vamos a un cumpleaños y no seguimos algún juego o entretenimiento que hay, nos estamos alejando de los demás. Los cumpleaños de 15 o los casamientos con sus benditos bailes (queda en claro mi agrado por esas tandas) son una prueba para aquellas personas reservadas y para quienes no suelen tener mucho trato con la gente. Todo bien en la mesa. Ahora, viene el vals y… mmm… viene la tanda de baile, con esa “maravillosa” música llena de letras inspiradoras y… bueno, al margen de la ironía, particularmente aprendí a ser parte de la fiesta, porque eso es. Y a sumarme en gran medida. Claro que hay ritmos o momentos en los que digo “hasta acá” y me voy a sentar. A guardar energías para la próxima tanda.


Por último, intentemos ponernos en el otro lugar: cuando rechazamos a alguien. Sí, porque también lo hacemos. Obvio que tenemos derecho a hacerlo pero, ¿cómo lo hacemos? ¿De qué forma? Si somos muy secos estaremos haciendo algo que, cuando nos lo hacen a nosotros, posiblemente nos moleste mucho. ¿Y si rechazamos a alguien del sexo opuesto o mismo sexo? Bueno, lógicamente que la situación es más cómoda si quien se acerca concuerda con nuestro gusto sexual. ¿Y si no? Ahí si te quiero ver… Por eso, tener una mente flexible es importante, para situaciones como estas. Creo que está bueno tratar de expresar lo que sentimos, tratando de no dañar al otro. Claaaaro, una especie de equilibrio (sé que les extrañaba que no apareciera esta palabra en este escrito)… O más fácil: diplomacia. Esa palabra la conocemos. Y no tenemos por qué creer que solo se aplica a políticos o símil. Nosotros también la podemos usar. Recordar que la intención es tratar de decirle las cosas a la otra persona de la mejor manera posible, pero siempre respetándonos a nosotros también, a la decisión que tomamos. “Trata a los demás como quieres que te traten a ti” (frase adaptada)…

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