domingo, 30 de julio de 2017

La consciencia de sí (2)


En la parte 1 de este escrito, habíamos terminado con un ejemplo que hablaba de la IDENTIFICACIÓN  de uno mismo con una publicidad.


Ahora bien, ¿acaso no nos identificamos con casi todo? Con el semáforo que miramos, con la chica que pasa, con el cartel que leemos, con la chica que pasa, con lo que dice alguien con quien conversamos, con el árbol, con la parte trasera de la chica que pasa… y tantas otras cosas, como la chica que pasa. O sea, nos “convertimos” en eso que observamos o escuchamos. ¿Y nosotros? ¿Dónde estamos? En el escrito anterior decía que somos el sujeto tácito, como en el análisis sintáctico de la oración. Damos por sentado que allí estamos. Pero es como si no lo estuviéramos. Intentar comprender esto es muy importante. Solo voy a decir que es tan importante observarse como observar alrededor, y en lo posible, AL MISMO TIEMPO.

Y hablando del afuera, la cantidad de influencias externas que tenemos son una gran causa de que nos identifiquemos (a esta altura recordaremos cuantas veces dijimos que nos “identificamos” con tal cosa)... Rara vez sean una interesante influencia. Por ejemplo: alguien que nos hable de una religión de manera fanática o con el librito en la mano, solo repite rituales y puede que hasta nos esté faltando el respeto sin insultos. En cambio, si alguien nos habla de la misma (o de otra religión) dándonos su propio punto de vista o enseñándonos ciertas características de esa creencia, nos está enriqueciendo.

Continuando con la consciencia de sí mismo, tenemos que tener en cuenta algo muuuuuy importante. Pero extremaaaaadamente importante… bue, re exagerado. Aunque en serio, es una clave para enfrentarse a la loca-mente: detectar la cantidad de pensamiento que pasan por la misma. Sí, tal vez miles. Unos desconectados de los otros. O tal vez no tanto. Sin embargo, la realidad indica que estábamos mirando una olla y terminamos pensando en tal persona que nos hizo una que no la podemos perdonar. Y la olla quedó solitaria y sin nuestra atención, pobrecita… Quiero decir que nos olvidamos completamente de lo que hacíamos. Me acuerdo unas cuantas mías. De ayer incluso. Alguna de hoy, tal vez, aunque no viene al caso.

Retomando, el detectar estos pensamientos puede hacer que nos demos cuenta de algunos que son justificaciones. El ejemplo que voy a poner es duro:

Sabemos que… perdón, saben que los que comen carne (yo también, pero como no como, me quedo al costadito) están comiendo cadáver de animal. “Pero si todos lo hacen”. “Pero si de todas maneras van seguir matando vacas”. “Pero si”…

Todos estos peros, “amortiguan” el impacto que tendría en nosotros si tomáramos real consciencia. Como sé que el de comer carne es un tema delicado, más conflictivo que hablar de política, religión y fútbol juntos, me hago cargo, por ejemplo, de comer derivados como lácteos y huevos. También, por supuesto, con sus justificaciones correspondientes… En todo caso, piensen como justificamos el no mandarle mensaje a “esa” persona tan especial o amigo. “Yo no le voy a mandar hasta que no me pida disculpas”. “Siempre le mando, que me mande él/ella”. Y bla, bla, bla. Y nosotros que nos morimos de las ganas de mandar el wts… ¿Es mejor quitarse esas ganas y encontrarse con la realidad o seguir quitándonos energía con el falso orgullo?


Continúa en la tercera y última parte.

Rechazar y ser rechazado

Vaya lío en el que me meto: escribir sobre un tema en el que caigo recurrentemente y me cuesta resolver. Pero bueno, al transcribir mis experiencias también puedo ayudar. Ahí voy.

Desde muy chico este fue un tema difícil de resolver para mí (aún hoy, pero tengo más elementos para resolver estas situaciones). El rechazo le molesta a cualquiera, solo que hay personas con más talento para que les chupe... quiero decir, para no darle importancia al asunto mucho más rápidamente. Y la verdad que me cuesta bastante esto.

Y unos tres años después, retomo el texto…

Podría decir que parte de lo escrito se sigue aplicando, pero años después uno debería haber adquirido algo de experiencia. ¿No es eso la experiencia? Seguir transitando la vida y aprender. Poco, mucho, algo. Pero aprender.

De todas formas, no quiero hablar solamente de mí. Pasemos al terreno práctico (desde la teoría):

Al ser una especie gregaria (o sea, con tendencia a agruparse) resulta lógico que busquemos encajar. El problema se da cuando no lo logramos. No es una situación nada de fácil. Pero me parece que el tema más importante es cómo lo tomamos.  No está mal analizar el porqué, ya que nos servirá de trabajo interno. Ahora, si nos quedamos estancados lamentándonos o si solo creemos que los demás no nos supieron apreciar (que también puede pasar), no vamos a sacar nada provechoso. Por eso, la auto observación es uno de los mejores caminos.

Una medida interesante puede ser intentar adaptarse a la situación. No me refiero simplemente a “ceder” o a seguir a la masa. Si por ejemplo vamos a un cumpleaños y no seguimos algún juego o entretenimiento que hay, nos estamos alejando de los demás. Los cumpleaños de 15 o los casamientos con sus benditos bailes (queda en claro mi agrado por esas tandas) son una prueba para aquellas personas reservadas y para quienes no suelen tener mucho trato con la gente. Todo bien en la mesa. Ahora, viene el vals y… mmm… viene la tanda de baile, con esa “maravillosa” música llena de letras inspiradoras y… bueno, al margen de la ironía, particularmente aprendí a ser parte de la fiesta, porque eso es. Y a sumarme en gran medida. Claro que hay ritmos o momentos en los que digo “hasta acá” y me voy a sentar. A guardar energías para la próxima tanda.


Por último, intentemos ponernos en el otro lugar: cuando rechazamos a alguien. Sí, porque también lo hacemos. Obvio que tenemos derecho a hacerlo pero, ¿cómo lo hacemos? ¿De qué forma? Si somos muy secos estaremos haciendo algo que, cuando nos lo hacen a nosotros, posiblemente nos moleste mucho. ¿Y si rechazamos a alguien del sexo opuesto o mismo sexo? Bueno, lógicamente que la situación es más cómoda si quien se acerca concuerda con nuestro gusto sexual. ¿Y si no? Ahí si te quiero ver… Por eso, tener una mente flexible es importante, para situaciones como estas. Creo que está bueno tratar de expresar lo que sentimos, tratando de no dañar al otro. Claaaaro, una especie de equilibrio (sé que les extrañaba que no apareciera esta palabra en este escrito)… O más fácil: diplomacia. Esa palabra la conocemos. Y no tenemos por qué creer que solo se aplica a políticos o símil. Nosotros también la podemos usar. Recordar que la intención es tratar de decirle las cosas a la otra persona de la mejor manera posible, pero siempre respetándonos a nosotros también, a la decisión que tomamos. “Trata a los demás como quieres que te traten a ti” (frase adaptada)…

domingo, 16 de julio de 2017

La gente “normal” y la opinión de la mayoría


Es usual que la gente quiera persuadirnos con sus opiniones. Se hizo tan corriente, que ni cuenta se dan. Bueno, más bien, no “nos” damos cuenta, porque también nos pasa.

En el afán de expresarnos, terminamos queriendo imponer nuestra idea. Diferente es cuando 2 personas expresan su opinión con argumentos. Puede pasar que ambos (o más de 2) terminen entendiendo que todos tienen un poco de razón. Pero en general, se busca ganar la discusión.

Luego de esta introducción, me interno en el tema que verdaderamente me interesa: como somos influidos por la opinión de la mayoría. Sí, me refiero a la mente masa. Esta influencia es mucho más importante de lo que pensamos. También es cierto que nuestras formas de pensar tengan que ver con un rejunte de otras ideas; sin embargo, lo importante es convencernos REALMENTE de las mismas. Más claro: que no repitamos lo que escuchamos o leímos porque sí, sino que formemos nuestro pensar con las ideas en las que creamos ciertamente, sea por una cosa o por otra. Si repetimos como loros, sin discernir, estamos fritos…

Hay algo muy peligroso en el proceder cotidiano y es actuar de una manera porque la “mayoría” lo dicta. ¿Y qué importa lo que piensen? Bueno, puede que algo importe. Si decimos que nos parece una estupidez la censura del cuerpo humano y salimos desnudos así nomás, podemos terminar detenidos. A lo que voy es que hay que tener sentido común. Como ya habré expresado en otro escrito, no hay que actuar siempre igual. Podemos tener una base como personalidad, pero es muy importante saber ADAPTARSE A LA CIRCUNSTANCIA.

Siguiendo un poquito con esto de imitar el comportamiento de la masa, es notorio resaltar que “Las mayorías casi siempre se equivocan”. Esto nos recuerda el concepto de lo negativo que es seguir al rebaño dormido, sin reflexionar sobre lo que se está haciendo. Una persona aislada piensa. A partir de 2, se genera un conflicto de intereses. Y mientras más grande el grupo, más difícil se hace. A menos que se tenga la voluntad necesaria para decir: “Yo no lo hago”. O “yo lo voy a hacer”. Claro que, en este caso, hay que prepararse a la posibilidad de salir del grupo en cuestión.

Por otro lado, hay una palabra que suele darse por entendido su significado. Me refiero a: normal (y derivados). Normal suele ser lo que acepta la mayoría, lo cotidiano, lo usual, lo habitual. Pero: ¿qué es normal para cada uno? Cuando se acusa a alguien de no tener códigos, en realidad se quiere decir que esa persona no comparte los mismos códigos. También tenemos un ejemplo típico de la sociedad. Una persona que no es gorda ni flaca, o sea “normal”, no tiene una definición similar para todos igual. Se suele aceptar que alguien flaco es normal. Sí, claro. ¿No lo notaron? Me refiero a que el estándar (una palabra más acorde) es la persona casi chata, sin panza. Con algo de pancita, es rellenita o gordita. ¿Y el punto medio? Nuevamente, conflicto de intereses.


En muchos escritos he hablado del punto medio o del equilibrio (incluso uno dedicado exclusivamente a aquello). Bueno, en este caso vuelvo a recomendar no ser extremista mental. Y a respetar más la opinión de los demás, aunque no necesariamente compartirla. Y a respetar-se la propia opinión; a no desvalorizarse. Y a recordar que si uno es llamado raro, mejor. Para que tener ‘la mediocridad de los normales’… Por supuesto, a mantenerse atento y vigilante para no caer en la arrogancia de creerse superior por ser diferente.