viernes, 2 de junio de 2017

Impotencia: Ira y llanto.

Hace tiempo descubrí algo que no es ninguna ciencia, pero que muchas veces las personas olvidan. Me refiero a lo que lleva a la consecuencia llamada ira. Claro, porque eso es. Y no digo que sea consecuencia de un detonante como un comentario o situación (también lo es, pero no quería ir a eso) sino de otra cosa que sentimos.
Injusticia. Puede ser, a mí me pasa como consecuencia de eso. Aunque hay algo aún más profundo. Bueno, me dejo de dar vueltas: el término que buscamos es IMPOTENCIA. Debido a la deformidad del alma y de la mente de la sociedad en general, esta palabra se suele asociar a lo sexual (como casi todo); usualmente burlándose de quien la padece o padeció alguna vez. Pero pocas veces es utilizada cuando corresponde. ¿Acaso ante una injusticia que creemos que no podemos arreglar no nos surge como resultado de la misma?

Y ahora sí; luego de ella, viene la reacción. Encontré ira y llanto como las más usuales. Lógicamente que puede haber resignación también. O resiliencia; depende de la actitud que tome la persona en ese momento. Sin embargo, me parece que las más habituales son las mencionadas primero. O sea, ira y llanto. Ahora, hay que desmenuzar ambas. Porque el llanto también puede ser consecuencia de la ira. Ya veremos eso.

Empecemos con la ira. Uno se enfurece por la situación. Si logra tener control sobre sí, no va a andar matando a nadie… ni siquiera, golpearlo/a… aunque parezca tremendista, sabemos que esas cosas se nos pueden cruzar por la cabeza. Bueno, golpear puede ser. Lo otro, ya sería un mucho más grave que se nos pase por la mente… En fin, la furia puede manifestarse con gritos. O simplemente levantando la voz. Por lo menos, expresando la injusticia de la cual creemos ser parte. Porque si no, toda esa amarga sensación queda dentro de nosotros y nos puede acarrear enfermedades. A esta altura, hasta la ciencia logró comprobar que el estado emocional negativo puede enfermarnos. Y que el positivo ayuda a sanarnos.

Pero puede ser que no exterioricemos nuestro sentir. Gran problema. Pero por algún lado sale. Hay gente que tiene la necesidad de llorar y largar toda esa impotencia mediante las lágrimas. Es un buen recurso también. No olvidemos que la situación que nos ocurrió se puede haber dado en lo laboral. Y ahí no siempre podemos expresarnos con gritos… Por eso, para expresar esa ira, llorar en soledad puede descargarnos. Aunque también existen personas que prefieren desahogarse con alguien que lo/a escuche. Puede haber llanto mediante. En este caso, uno siente la necesidad de ser escuchado. Llorar completa la descarga de la densa energía.

Y con respecto a otros motivos que puedan desencadenar la ira se encuentra uno muy particular: la gente que siente que el otro no respeta sus códigos. Habitualmente, esto se conoce con la frase “no tiene códigos”. Es absurda por demás, ya que todos los tenemos. Solo que pueden diferir bastante. Pero que los tenemos, los tenemos. Acá entra a jugar un papel importante la tolerancia. La persona de enfrente puede o no estar de acuerdo con nosotros, pero no por eso vamos a tener la razón o verdad…

Hasta aquí llegó mi inspiración de un texto que había empezado hace meses. Ya hay buen material para trabajar internamente. Yo ya lo estoy haciendo de hace rato. Recordemos: no nos va a salir “perfecto”. No importa: la perseverancia y la aprehensión de las experiencias propias (y también ajenas) va a ser el resultado que buscamos para mejorar en lo que nos propusimos trabajar. 

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