domingo, 26 de mayo de 2013

La experiencia y la inocencia de la mente fresca


Antes de leer este escrito, una pequeña nota sobre la inocencia, para entenderlo mejor: https://www.facebook.com/notes/jos%C3%A9-luis-tunich/la-inocencia/486952714710509

Ya he tocado varias veces este tema, de una u otra manera. Siempre me parece interesante resaltar lo importante que es la inocencia que tiene una persona que hace algo por primera vez. Porque no tiene idea real de lo que se SIENTE hacer eso. Puede haber escuchado consejos sobre como hacerlo, pero la experiencia en momento presente es única.

Y ahí justamente aparece esa palabrita mágica... La experiencia se obtiene una vez que se hizo algo. No hay que creer que no se tiene experiencia porque se hizo algo pocas veces: desde el momento en que se realizó tal actividad, se tiene experiencia, menos que otros, pero experiencia al fin. Además, al tener la mente fresca y no tan contaminada y viciada como la tienen los experimentados, se puede aprovechar mejor la experiencia (nótese cuantas veces escribí esa palabra, que reiterativo)... Ocurre que “aquello que sorprende, enseña”, frase célebre del libro Ami, el Niño de las Estrellas, de Enrique Barrios. Y entonces, alguien que está habituado a hacer algo tiene pre-conceptos sobre la actividad que realiza. Distinto es quien hace algo por primera vez, como explicaba anteriormente. Incluso, quien tiene poca experiencia e hizo 1 o 2 veces alguna cosa, va a estar en mejor posición, porque es ese punto medio en el que tiene, aún, la mente fresca y algo de experiencia a la vez.

Uno de los problemas de la gente experimentada es que contamina a los demás negativamente. Y digo que es negativo porque el solo hecho de contarle a otra persona “como son las cosas” (para el/ella) les deja ideas pre-cocinadas, sin darles opción de que tengan su propia vivencia. La importancia de aplicar bien la experiencia está en aconsejar a los demás dándole algunos tips para que sepan qué se les puede venir. Allí, habrá pre-conceptos, pero que pueden ser útiles si el novato les saca provecho. También se le puede advertir que: “Esta es solo MI experiencia, a lo mejor a vos te toca algo completamente diferente”.

Y un gran problema que genera la gente con mucha experiencia es que tiene muchas mañas. Si no afectan a los demás, no importa, pero cuando ese vicio de hacer algo que aprendió (para bien o para mal) en su larga trayectoria en la vida toca a alguien más, aparece un error frecuente: querer sacar provecho de los demás. Es que deben haber aprendido que tiene que “salvarse” el; su familia, a lo sumo. O sus amigos y conocidos y es mucho, o sea, su grupo. La solidaridad no es muy tenida en cuenta aun hoy en día. “Sálvese quien pueda” era la premisa, pero estamos más grandecitos en esta etapa de la Humanidad y deberíamos cambiar el chip.

Volviendo a la experiencia, lo importante es no perder esa frescura de cuando no la teníamos. Ejemplo: cuando le enseñamos a un peque a realizar una acción simple, el no va a tener ideas preconcebidas, o tal vez sí, pero en ese momento solo atiende lo que nosotros le enseñamos. Estaría bueno observar su inocencia, la atención que presta a lo que le enseñamos. Porque esa mente en expansión tiene sed de aprendizaje, y está abierta y dispuesta a aprender. Entonces, no tiene un ego que le esté susurrando por dentro: “A lo mejor te está mintiendo”. “Yo vi que lo hacían de otra manera”. Y hay miles de frases más.

Creo que si podemos complementar la experiencia con esa inocencia que tuvimos cuando realizamos por primera vez alguna acción, nos sentiremos más vivos y seremos menos soberbios a la hora de explicarle a alguien cómo se hace tal cosa.

viernes, 3 de mayo de 2013

Vacío interior


¿Qué es eso que se produce en nosotros de tanto en tanto, cuando no encontramos, literalmente, NADA dentro de nosotros mismos? Cuando hay un vacío interior, que queremos llenarlo haciendo lo que sea, pero que se llene para sacarnos ese malestar de encima. Y, curiosamente, no hay actividad que logre llenarlo. Ni la actividad que más nos guste, porque puede ocurrir que comencemos a hacerla y rápidamente paremos porque no nos da placer. Y si lo que más nos gusta es el sexo, ahí puede que sigamos haciéndolo, pero va a ser algo automático, sin pasión, solo con excitación y calor proveniente del instinto humano. Claro que es distinto, porque el sexo genera endorfinas, que es la “hormona de la felicidad”. De todas maneras, aun así, no logra quitar “de verdad” el vacío.

Este vacío interior que menciono se debe a la maquinización de lo que hacemos. Pero en el momento en el que NOS DAMOS CUENTA de esto, es decir, que tomamos consciencia, nada nos logra “llenar”. Y ese vacío que siempre estuvo allí, ahora duele... ¿Cómo que siempre estuvo? Sí, lo que pasa es que nos ponemos etiquetas, rótulos acerca de lo que somos que llenamos el intelecto de bastante basura. Y esa parte vacía, que en realidad es la Paz Interior, solo la notamos cuando no estamos haciendo nada que requiera mucha atención de nuestra parte.

Nos acostumbramos a estar en constante actividad, y si no, estamos aburridos o “al pedo” (argentinismo, claramente, aunque en otros países debe haber algún término para definir lo mismo). Esto también pasa en las reuniones: el que haya segundos de silencio, hace que alguno (generalmente la persona más inquieta, o alguien que solo que quiere llamar la atención) diga algo así como “¡Qué silencio!”. O si no “”Pasó un ángel”... Esta frase nunca terminó de cerrarme, aunque encontré en Internet una explicación más linda acerca de por qué se dice así:

Cuando en el curso de una conversación o discusión los interlocutores hacen silencio todos a la vez, sin que haya una razón evidente para que eso ocurra. Como me ha ocurrido, puedo decir que es como si una fuerza ajena a la humana - un ángel-, hubiera decidido intervenir para poner orden en el asunto.

Gracias Caribeña (el nombre de la usuaria de la página web de la que extraje esa respuesta a la pregunta). Seguimos y retomo el tema del silencio. La gente cree que cuando está en presencia de otra persona tiene que hablar sí o sí. Está bien, se ha establecido que así debe ser, no digo que uno se quede callado y resulte un plomo para el otro, pero hablar por hablar no es necesario. De última, se evita que el de enfrente diga “cri, cri” por el silencio, algo totalmente original, por cierto...

Y con respecto a esto último, me acuerdo de una frase de una película (cuyo título sí que no recuerdo) que planteaba que cómo reaccionaría una persona si se le indica que entre en una habitación, en la que estará sola. Allí no existe el personaje, no está el ganador o perdedor, no está el estudiante, la chica sexy, el tímido, etc., nada de nada. Allí, solo puede aparecer uno mismo. Claro, siempre y cuando uno se concentre, porque puede que aparezca el ego con su compinche, la mente baja, y aparezcan pensamientos de miedo, ansiedad, rabia, etc. Pero volviendo a la reflexión, al estar con uno mismo, no hay nada que aparentar, si nadie más está. Ya no hay careta, es el momento de aprovechar. Y por eso la meditación es mejor cuando uno está solo, pero las meditaciones grupales y guiadas por un individuo experimentado tienen sus ventajas:
La verbalización de las acciones a realizar es de gran ayuda, tanto para los que acatan las palabras como para el mismo que guía la meditación.

En fin, desde una perspectiva más elevada, Facundo Cabral decía: “No estás deprimido, estás distraído”; dando a entender que todas esas pre-ocupaciones inútiles o ese vacío interno no son motivo para deprimirse y rendirse. Inclusive, si afinamos la Atención, podemos sentir una hermosa sensación en el pecho. Eso es el Amor, pero el real, el Amor por la existencia, por los demás. Además, ahí uno toma contacto con el momento presente y su maravilla y su magia. Pruébenlo, hacer este pequeño esfuerzo vale la pena. Y es gratis...